Lun, 06/15/2020 - 08:31

Mi Flavia es única

En Enero de mil novecientos noventa, mi bella Mamá me dijo muy contenta: "Le voy a presentar la única y bella hija de la Amiga mía de siempre. Es Flavia". 

Apenas la vi en la puerta de su casa en nuestra Cúcuta, Flavia me dio felicidad. Los quince años de sus ojotes pícaros y de su gran cuerpo blanco, de leche, me conmovieron a primera vista. A pesar de yo llevar veinte años de sentir nostalgia por este mundo. Flavia impactó mi cuerpo. Caminamos y caminamos hasta el alba. Dormimos juntos. 

Después de cinco años hicimos el amor con amor. 

Varias veces volví y me fui. 

Atravesó el océano hacia la Italia de su padre. Medio amó. 

Morí en intentos de amor.

Hace veinticinco años la amo. 

La imagino naciendo en la clínica Norte -Donde se crió mi Nono Ernesto- y de niña en el restaurante de sus Padres, sentándose en las mesas de los clientes y montando cicla en Aire y Sol, que era una terraza italiana de un edificio céntrico de nuestra Cúcuta, mientras yo llegaba a pie y sudoroso al edificio del frente, a visitar de sorpresa a mi Papá en su oficina de Contador.  

Ahora sólo hablamos. Nos escribimos. Peleamos. 

Flavia resucita mi corazón con su cariño, su risa y su voz.

El cielo no es azul. El cielo es Flavia en una cancha de Fútbol.

La invito, con fuerza y tranquilidad, a que nos amemos en el segundo tiempo de nuestro paso por esta vida.

Me muero por darle un beso a Flavia en sus deditos y en su gran y hermosa boca. Me muero por acariciar su piel de bebé.

La piel de mi Flavia es única, es mi diamante gigante. 

Flavia es apasionada, libre y rebelde.

Siente lejos a Italia. Siento lejos a Bogotá. Somos hijos menores. Somos consentidos. Flavia es mi espejo. Sus carcajadas me refrescan. Su dolor me duele. No necesita diplomas, ni cosas, para hacerse amar.

Con Flavia podemos decirnos casi todo.

Su manera de ser sexual y dulce es única.

Cuando la distancia quiere separarnos, recordamos que nos pertenecemos porque somos cómplices del alma.

Como casi siempre ha estado insatisfecha, Flavia no me cree que deseo acostarla y levantarla para siempre, no me cree que la amaré porque es parte especial de mi vida. 

El amor es conversar, discutir y conversar con mi Chilindrina o mi Delfín de Leche, que es "mi espectáculo en silencio",
como me dice mi Flavia, que es única. 

 

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